Nuestro viaje por la Costa Oeste de EE.UU. nos dejó miles de paisajes recorridos y lugares históricos visitados. Uno de ellos fue el museo que se encuentra en la ubicación del primer local de McDonald’s, la emblemática y más importante cadena de hamburguesas del mundo, en San Bernardino, en el estado de California, una localidad atravesada por los recuerdos de la antigua Ruta 66.
No somos fans de la marca (si nos leen sabrán cuál es nuestra cadena favorita de hamburguesas), pero McDonald’s tiene su lugarcito en nuestros corazones. Un lugar más vinculado a la infancia, a la Cajita Feliz, a un paseo que no era tan habitual para nosotros y por eso cuando nuestras familias nos llevaban era todo un acontecimiento.

El museo del primer McDonald’s aquí en San Bernardino no es oficial. Y la cadena de los Arcos Dorados no quiere saber nada con él por un motivo claro: no considera que la historia de McDonald’s haya comenzado allí, pues señala como el lugar inicial el primer local instalado por Ray Kroc en Des Plaines, Illinois. La historia de cómo Ray Kroc compró la idea de los hermanos McDonald y llevó a la empresa a ser lo que es está muy bien contada en la película protagonizada por Michael Keaton de 2016.

Resumiendo, este museo no oficial fue instalado por el dueño de una cadena de pollo frito llamada Juan Pollo, admirador de McDonald’s y su modelo de negocio, que recolectó miles de objetos de todas las épocas y países donde los Arcos Dorados fueron recalando. Lo instaló en el lugar donde estaba el primer local, el de los hermanos McDonald. El local fue demolido, pero afortunadamente el letrero original se salvó… y hoy es la foto obligada.
Otros dicen que la locación original del primer local estaba a unos 200 metros. Lo cierto es que McDonald’s nació allí, en San Bernardino, transitada por los estadounidenses que comenzaban a recorrer su país por la Ruta 66. Así es como nació el concepto de la comida rápida, donde la gente paraba para comer rápidamente y seguir viaje, algo que visualizaron los hermanos McDonald y especialmente Ray Kroc.

En la entrada del museo, que es gratuito, una persona que habla español nos dio la bienvenida. Nos dijo que podíamos permanecer el tiempo que quisiéramos y sacar las fotos que quisiéramos. Además nos indicó donde están los baños, que estaban impecables y desde ya aprovechamos para usarlos.
Realmente es fascinante la cantidad de objetos que hay. Es imposible no maravillarse ante la variedad de Cajitas Felices de todas partes del globo. Muchísimas de esas colecciones no vinieron ni remotamente a la Argentina, donde la cadena recién hizo su desembarco allá por los ’90. Y como somos treintañeros criados en los ’90… imposible no guardar una enorme nostalgia.

También hay uniformes de todas las épocas, juegos para niños como calesitas, sillitas de las usadas en los restaurantes, máquinas de helados, entre otros. Unos cuantos carteles cuentan la historia de la marca. Es un lugar para quedarse un buen rato contemplando y además recordando la infancia propia. El museo cuenta con estacionamiento gratuito.
Luego de la visita, que no nos habrá llevado más de una hora, continuamos camino hacia Las Vegas.





Deja un comentario