Volvimos a Tucumán. Por segunda vez en un año pasamos dos noches en la provincia más pequeña del país, pero esta vez elegimos rumbear hacia los Valles Calchaquíes, haciendo base en la hermosa Tafí del Valle.
Les adelantamos bastante el itinerario en este post. Llegamos con un vuelo de Jetsmart y en el aeropuerto Benjamín Matienzo nos subimos al Toyota Etios que alquilamos con la empresa Móvil Renta. Nos pusimos en marcha hacia Tafí del Valle por la Ruta Nacional 38 pero antes hicimos una parada estratégica.
Era obligatorio detenerse en Famaillá, la capital nacional de la empanada, para almorzar su producto estrella. Las empanadas elegidas fueron las de Estela Pachado, que cuenta con un parador amplio y no decepcionaron. El viaje arrancaba más que bien.
Pasamos Acheral, la última localidad de la llanura tucumana antes de internarnos en un camino bellísimo y serpenteante, la Ruta Provincial 307. Vamos bordeando el río La Angostura y la Quebrada de Los Sosa nos regala un paisaje de yungas que hasta poco antes de El Mollar luce completamente verde, pero de a poco va perdiendo vegetación y se va transformando hacia los tonos ocres. Llegamos a los Valles Calchaquíes.
Tafí del Valle nos encantó. Mucho tuvo que ver el hotel en el que paramos, el Colonial, que describiremos más detalladamente en otro posteo. Pero volviendo a Tafí, la encontramos ideal para recorrer los Valles Calchaquíes: apacible, rodeada de cerros, elegante y con una impronta distinta a la de otros pueblos del NOA. Caminamos un poco por la ciudad hasta que cayó la noche y el primer y ajetreado día se terminaba para nosotros.
El domingo nos encontró retomando la Ruta 307, pero esta vez entre dos sistemas serranos, el del Aconquija y las Cumbres Calchaquíes. Atravesando El Infiernillo (y entendimos por qué le dicen así), llegamos a Amaicha del Valle. Adivinarán qué hicimos: visitamos el Museo de la Pachamama, el mayor atractivo de la pequeña localidad.
Pocos kilómetros separan a Amaicha de la Ciudad Sagrada de los Quilmes. Hicimos este emotivo recorrido a las ruinas de lo que fue la ciudad construida por este valiente pueblo originario que resistió la conquista y dominación durante 130 años. Para mi, como quilmeña, fue muy emocionante, porque además esta visita la hicimos en el día que mi ciudad, Quilmes, cumplía 356 años.
Finalmente, el último día del viaje abandonamos Tafí del Valle temprano y emprendimos el regreso a la capital tucumana. Esta vez paramos en El Mollar para contemplar durante unos minutos el Dique La Angostura.
Ya en San Miguel de Tucumán (post parada nuevamente en Famaillá para… si, comprar empanadas) nos dimos el gusto de regresar a los lugares que el año pasado nos hicieron felices: el Parque 9 de Julio, la sanguchería Don Pepe o caminar por la Plaza Independencia. La frutilla del postre fue encontrar la Casa Histórica de la Independencia con nuevo material audiovisual y un hermoso espacio para niños que Nico disfrutó por un rato.
Volver a estos lugares se sintió como estar en casa. Tucumán ya casi lo es para nosotros: en un año fuimos tres veces. Y seguramente habrá otras…
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