El lado B de Ámsterdam

Venimos hablando en distintos post acerca de la muy bella capital neerlandesa. En ellos resaltamos su eficiente transporte público o los salvadores supermercados Albert Heijn. Ahora toca escribir un poco sobre nuestra perspectiva acerca de la parte no tan bonita, algo así como el lado B de Ámsterdam.

Solemos idealizar muchas cosas solo por ser extranjeras y a veces dejamos de valorar algo que es cotidiano para nosotros pero en otro lado no lo es. De ninguna manera las cosas que no nos gustaron de Ámsterdam opacan la hermosa y avanzada ciudad que es, pero no está de más marcarlo.

Durante nuestra primera caminata por el centro notamos bastante basura, si bien no faltan cestos para dejar los residuos. No solo en el piso, lo cual es responsabilidad de la gente, sino también bolsas rebalsadas en los tachos o acumuladas en el suelo.

Algo que nos llamó la atención fue la existencia de unos orinales. Estábamos comiendo algo frente a un canal cuando veo a un hombre orinando a unos metros nuestro. Estaba en una cabina al aire libre (pero resguardada para hacer sus cosas sin exponerse). Cuando se fue me acerqué a ver y efectivamente son orinales públicos. Buscando información vimos que hubo una controversia ya que eran mayoritarios los masculinos. Si bien es una idea saludable fomentar que se hagan las necesidades ahí en lugar de hacerlo en un canal o plaza, no se veía ningún drenaje y el olor era nauseabundo.

Ámsterdam es mundialmente conocida por la legalización de algunas drogas blandas, siendo la más popular el cannabis. Por eso, veremos una gran cantidad de “coffee shops”, que son los locales donde se venden distintos productos con marihuana, entre otras cosas. Si bien el consumo en la calle está prohibido, la realidad es que el olor se siente en las calles, sobretodo donde abunda la oferta de estos coffee shops.

Otro punto muy famoso de la ciudad es el Barrio Rojo. En Ámsterdam la prostitución es legal hace más de 100 años y la oferta se concentra allí. Lo que nos sorprendió fue que a las 12 del mediodía se abrieron las cortinas de algunas vidrieras apareciendo mujeres ligeras de ropa ofreciendo sus servicios. A ver, de eso se trata el Barrio Rojo, pero creíamos que era a la noche cuando se ponía en marcha todo. No sería problema para los adultos, pero si tener en cuenta si estamos con niños. Además personalmente (si Dani lee esto me dirá si suscribe también) me resulta chocante que una persona se venda a si misma detrás de una vidriera. Pero repito, es legal y voluntario.

Finalmente otro clásico de la capital neerlandesa: las bicicletas. Las vamos a ver por todos lados, todo el tiempo. Este excelente hábito que tiene la población local cuenta con un problema: el respeto por las normas. Veremos pasar bicis a toda velocidad y sin mucho apego por los semáforos y cruces. Por eso es fundamental estar más atentos a ellas que a los pocos autos que circulan por las calles.

Esto es lo que mencionamos como lado B de Ámsterdam. Como ven, nada grave. No son en absoluto impedimentos para perderse de conocer una ciudad que nos cautivó desde que llegamos.

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