Una de las actividades que realizamos en Amsterdam fue visitar la casa de Ana Frank. No es una atracción ni un museo más. Tampoco sólo una casa. Es el testimonio de una época oscura para la humanidad, encarnado en los diarios mundialmente famosos escritos por la niña entre esas paredes.
Lo importante a la hora de planificar la visita es saber que es muy limitado el ingreso diario. Estamos hablando de un monumento histórico que alberga la “casa de atrás” donde la familia de Ana se tuvo que esconder durante dos años de la ocupación nazi. Como buena parte de las casas de Amsterdam, estamos hablando de una construcción alta y angosta donde, desde ya, no pueden entrar tantas personas al mismo tiempo en cada ambiente.
Las entradas solo se adquieren desde el sitio web y se habilitan unas seis semanas antes, cada martes a las 10 am horario local. De manera que para obtenerlas, Ger se levantó mes y medio antes de nuestra visita a las 5 am hora de Argentina. Se los adelantamos en este post. Nico no abonó entrada, pero de cualquier manera, debe tener su ticket reservado.
Cuando llegamos, esperamos unos minutos a que habilitaran el ingreso. Debimos dejar nuestras mochilas en lockers, tomamos la audioguía en español y comenzamos la visita.
No verán fotos de los espacios porque no está permitido sacar ni tomar videos, y está muy bien. Es un lugar para observar detenidamente, escuchar, aprender y reflexionar. Quien lo entendió también fue nuestro hijo, que de alguna manera se acopló al clima y recorrió en silencio, solo escribiendo un poco en su pizarra. Qué maravillosos son los niños, ¿no? Nico captó a la perfección el ambiente del museo. Se podía haber aburrido, se podía haber quejado, pero entendió, nos acompañó y recorrió sin problemas.
Y ya que mencioné las escaleras, tengan en cuenta eso mismo. Las escaleras son empinadas y angostas, por lo que es imposible utilizar un cochecito de bebé. Vayan lo más livianos posible.
La visita, como les adelantamos, es autoguiada. En cada habitación encontrarán los números que podrán escanear para ir escuchando las pistas de la audioguía, que en algunos casos se activan automáticamente. Hay contenido audiovisual. Conocer el escondite de la familia de Ana, ver los muebles que aún se conservan, los ambientes y pensar en lo que habrán pasado, el encierro y la sensación latente de ser descubiertos, es impresionante. Se trata de una visita que te hace pensar mucho ahí mismo y te deja pensando después. Los diarios propiamente escritos por Ana, que se exhiben al final del recorrido, son el otro punto emotivo de la visita.
La visita nos habrá tomado una hora. Para nosotros es un imperdible de Amsterdam, una parte indispensable de la historia mundial, un símbolo de la crueldad del ser humano y a la vez de la esperanza de sobrevivir. Ana Frank no pudo salvarse, pero sí su padre, quien encontró los diarios y los publicó para la posteridad.
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