Si bien ya arrancamos con los posteos sobre Amsterdam, como aquel donde hablamos de su transporte público, nos quedaba pendiente ofrecerles, como siempre, el diario de este viaje. En esta entrada resumiremos qué estuvimos haciendo durante nuestra estadía en la bellísima capital neerlandesa.
Llegamos a Amsterdam con un vuelo espectacular de KLM que ya tendrá su reseña también. Pisamos el aeropuerto de Schipol por primera vez, hicimos Migraciones bastante rápido, retiramos nuestras valijas y allí comenzó esta aventura. Nos tomamos por primera vez el transporte público y llegamos a nuestro alojamiento, que también ya reseñamos: el Holiday Inn Express Arena Towers, que nos resultó muy confortable y bien ubicado para ir a pasear por la ciudad a diario.
Ese día de la llegada estábamos realmente agotados. Nos tomamos una buena siesta reparadora y, aprovechando el huso horario que nos brindaba buena luz hasta tarde, salimos a tener el primer encuentro con Amsterdam. No pudo ser más satisfactorio salir de la estación de Amsterdam Centraal y tener una primera vista hermosa de sus canales y sus construcciones. Sin mucho rumbo, caminamos y caminamos hasta que se hizo la hora de comprar la cena y regresar al hotel.
El segundo día ya se vinieron los platos fuertes. Arrancamos recorriendo un poco el controversial Barrio Rojo, bajo una lluvia por momentos molesta que nos obligó a refugiarnos en un bellísimo pasaje, el Beurspassage. Cuando dejó de llover, salimos a encontrarnos con la Plaza Dam, donde el mayor ícono es el Palacio Real, el cual puede visitarse.
Seguimos caminando, compramos algo de comer por ahí (en los famosos locales Febo, ya tendrán reseña) hasta llegar a la líndisima Rembrandtplein, una plaza obviamente dedicada a uno de los pintores más importantes de los Países Bajos y del mundo. Fuimos bordeando los canales y ya con sol, descubriendo una ciudad que nos estaba enamorando. Volvimos al alojamiento a dormir una siesta reparadora y regresamos al centro de la ciudad para realizar una visita muy emotiva: la casa museo de Ana Frank. Terminamos el día caminando, para variar, y regresamos al alojamiento.
El tercer día fue para el Rijks Museum. Salimos un poco más tarde (aún sin poder adaptarnos del todo a la diferencia horaria), fuimos sin entrada y debimos sacarla ahí pero no había disponibilidad para ingresar de inmediato. Debíamos hacer tiempo, así que decidimos recorrer un poco sus jardines, ir a comprar el almuerzo, hacer un picnic en el Museumplein Park y luego si, ingresar al museo más importante del país para maravillarnos con su estructura y su colección.
Ese día la temperatura levantó un poquito (tuvimos un clima muuuy agradable, por suerte) y le habíamos prometido a Nico llevarlo a algún parque. Así que con lo que quedaba de piernas, fuimos hasta el enorme Vondelpark. Una noche, viendo el mapa del parque, encontré que tenía una pileta pública para niños y supe que Nico sería muy feliz ahí. No me equivoqué.
Nuestra estadía en Amsterdam llegó a su fin al otro día, cuando dejamos el alojamiento y nos fuimos a tomar el Eurostar a Amsterdam Centraal para ir hacia París.
Para cerrar este diario de viaje, la conclusión es que nos encantó Amsterdam. Es muy diferente a otras ciudades que ya conocíamos. Dominada por el agua pero también por sus construcciones tan particulares y sus puentes, Amsterdam tiene un sello propio que a mí me pareció fascinante. Su transporte público funciona bárbaro y es muy fácil moverse. El idioma no fue un problema en ningún momento, ya que la cartelería está también en inglés. Sus calles son seguras, su gente amigable y su onda, mucho más relajada y abierta que la de otras capitales.
Como se imaginarán, ya queremos volver porque nos quedó pendiente muchísimo. Además de que, claro, tres días no son suficientes para todas las stroopwafels que nos gustaría comernos.
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