Hablando con una compañera de trabajo que recientemente volvió de pasar sus vacaciones en Bariloche me inspiré para escribir esta entrada. Me di cuenta de las múltiples opciones que tiene Bariloche. Nunca me cansaría de la ciudad y sus alrededores. Fui varias veces y siento que aún no conozco nada. ¿Les pasa lo mismo?
Bariloche tiene cantidad de condimentos, no sólo los vinculados a los paisajes o su gastronomía, sino también emocionales. Muchos la conocimos por primera vez en un viaje de egresados y volver años más tarde te remite inmediatamente a esos recuerdos. Si nos lee alguien de otro país, le contamos: en Argentina los alumnos del último año del colegio secundario hacemos un viaje de egresados a Bariloche, habitualmente en invierno. Es la ciudad estudiantil por excelencia.
No se si se la llega a disfrutar tanto en un viaje de egresados donde te ponen salidas a boliches todas las noches (que yo detestaba). Recuerdo que conocer Bariloche fue un flash. La inmensidad del lago Nahuel Huapi a mí me deslumbra y me emociona. Podría quedarme horas mirando el Huapi. Y sería, sólo así, ya una gran estadía.
Después de aquel viaje de egresados, volví a Bariloche recién 12 años después y ya con Germán. Ese viaje y el siguiente, ambos de cuatro días, fueron con amigos porque tuvimos dos casamientos allí, en un lugar soñado en Villa Tacul. La de recovecos que tiene Bariloche, que no es sólo una ciudad: es la ciudad y sus alrededores. Sus cerros, aerosillas y teleféricos, sus lagos, sus playas solitarias, bosques y arroyos. Todo conjuga un destino turístico ideal.
Para el segundo casamiento que tuvimos en la ciudad patagónica hacía cinco días que me había enterado que estaba embarazada. Nico venía en camino. Se imaginarán que desde ese momento no paramos de soñar con volver a Bariloche, pero ahora con él. Se nos dio en Junio de 2022 para pasar dos noches en el Llao Llao, el hotel más emblemático de la ciudad. Aquí y en historias de nuestra cuenta de Instagram les contamos sobre ese finde de ensueño.
Volvimos a Bariloche en Diciembre 2022. Las ofertas aéreas y el genial Club de Descuentos de Jetsmart lo hicieron posible nuevamente. Otra vez un finde de cuatro días, que vivimos en medio del Mundial. Sellada la victoria por penales contra Países Bajos, nos fuimos a celebrar al Centro Cívico y todo fue felicidad. Bariloche estaba vestida de celeste y blanco pero también de Navidad. Porque no hay una Bariloche, hay varias Bariloches. La de Julio no es como la de Diciembre, tampoco es la de Marzo o Mayo. Creo que a Bariloche hay que ir en cada mes del año. Ya fui en Marzo, Junio, Julio, Agosto y Diciembre. Me queda ir en los siete meses restantes.
Y no tengo dudas de que se dará. Hay TANTO para hacer en Bariloche, que además no se queda quieta e incorpora nuevos atractivos. Por mi parte, tengo una lista inmensa de pendientes. No fui aún al Tronador. No hice aún la navegación a la isla Victoria. Me falta conocer el bosque de arrayanes. Me falta ir a una buena casa de té. No fui a comer curanto a Colonia Suiza. No tuve la chance de hacer trekkings, que estimo recién podremos cuando Nico sea más grande.
Pero además de los pendientes, está todo lo que quiero repetir. Me encantaría volver al Cerro Catedral porque sueño con Nico divirtiéndose con la nieve. Volver al Llao Llao. Volver a hacer el camino a Villa La Angostura. Regresar a Punto Panorámico, pero ahora para tener una postal con Nico. Volver. Siempre volver. A Bariloche dámela siempre. Todo el tiempo, todos los años, todas las estaciones, en todos los momentos de la vida.
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