
El año pasado viajamos a Tucumán y visitamos uno de esos lugares que desde chiquita añoraba mucho conocer, la Casa Histórica de la Independencia. En ese momento me dio la impresión de que a la exposición le faltaba “algo”, un “plus” a la hora de presentar los contenidos. Este año volvimos, y afortunadamente, la impresión fue distinta. La Casa lucía renovada.
Una de las cosas que nos pasaron el año pasado es que habíamos conocido el espectacular Museo Güemes en Salta y nos había flasheado. Lleno de tecnología, esperábamos algo similar de la Casa Histórica de la Independencia, uno de los lugares donde nuestra Patria nació y comenzó a consolidarse como nación libre y soberana.

Sin embargo, no habíamos encontrado muchos elementos en ese entonces que le dieran ese “plus” que esperábamos de un lugar tan importante para nuestra historia. Faltaba algo más de emoción, como la que sí habíamos sentido en el Museo Güemes.
Este año volvimos a Tucumán y pareciera que nos escucharon. Al entrar a la Casa nos encontramos con nuevo material audiovisual y pantallas táctiles, así como nueva cartelería. Todo al tono de lo que requiere un lugar tan especial.

Pero lo que más me gustó fue el espacio incorporado para los chicos. Nico se divirtió dibujando un rato y viendo un corto animado que cuenta, desde ya, la historia de aquellos días de Julio de 1816.

Esta vez nos fuimos más contentos con nuestra Casa de Tucumán. Fue una buena demostración de que hay que volver siempre a lugares como estos, porque nos podemos llevar gratas sorpresas. Sin dudas, la casa de Doña Francisca Bazán de Laguna donde firmamos nuestra independencia ya era especial, pero aportarle algo extra, que sume a la experiencia histórica, está bueno también y le da una nueva vida, más acorde a los nuevos tiempos.
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