
A lo largo de estos años tuvimos la suerte de alojarnos en varios hoteles históricos y hermosos de nuestro país. Por poner unos ejemplos, disfrutamos unos días en el Hotel Provincial de Mar del Plata y una noche en el Sheraton Buenos Aires. Pero nos faltaba el más importante, uno que siempre soñamos con hospedarnos: el emblemático hotel Llao Llao.
Hace poquito realizamos un post sobre como alojarnos aquí sin gastar una fortuna. Esa fue la introducción de como se gestó toda la logística para poder quedarnos dos noches. Pudimos darnos un gran gusto y desde ya que quedamos con ganas de más.
Un poco de historia del hotel: fue inaugurado en 1939 y ese mismo año sufrió un incendio grave que demandó poco más de un año para la reapertura. En 1979 cerró sus puertas y recién en 1993 volvió a funcionar, ya en manos de privados. Otro hito lo podemos señalar en 2007, momento en que fue inaugurada el Ala Moreno, separada de la construcción original (Ala Bustillo). El hotel lleva este nombre ya que se asienta sobre Villa Llao Llao. En idioma mapuche, el termino llao llao significa “muy dulce” y refiere a un hongo que parasita los árboles de la zona.

En nuestra estadía, nos alojamos en el Ala Bustillo, toda construida con madera y piedras. Cada paso que damos hace crujir la madera, una hermosa sensación solamente interrumpida en los pisos que cuentan con alfombra. Llegamos cerca de las 23 una fría noche de junio acompañados de una incipiente caída de agua nieve. Sin embargo, al ingresar al hotel ya sentíamos el calor del fuego proveniente del lobby, sumada a una suave melodía acompañada de una intérprete femenina. Ya estábamos en otro mundo.

La habitación no es muy diferente a lo que podemos encontrar en otros hoteles de alta gama en cuanto al equipamiento. Si se destacan la ambientación y los detalles, pero lo que sobresale en todo momento son las vistas. Si no es a un lago, es a un cerro con los picos nevados, o ambos. En cualquier lugar del hotel donde haya una ventana vas a disfrutar de un paisaje de ensueño.

Una cama enorme bien cómoda, frigobar, sillón, un escritorio de trabajo y varios radiadores para combatir el frío. El baño grande y super equipado: amenities de todo tipo, hasta pantuflas y bata para bajar a la pileta y/o el spa. Apenas llegamos a bañarnos esa noche (Nico llegó dormido y así quedó hasta el día siguiente).
Al despertar, abrimos la ventana y por si nos habíamos olvidado de donde estábamos, la vista nos devolvía a la realidad:

Nos esperaba un momento muy importante en un hotel: el desayuno. Había muchas expectativas y al mismo tiempo cautela ya que habían modificado el servicio por la pandemia. Afortunadamente, era casi todo autoservicio y las opciones casi infinitas.

Los mozos se acercan a consultarte que vas a tomar de infusión, incluso podés pedir distintos cafés de máquinas espresso (y repetir). Hay una sola isla asistida que es la de los omelettes y waffles, los preparan en el momento con los ingredientes que desees.
La mesa central contiene todas las opciones que puedas imaginarte. Pastelería, frutas, jugos, yogures, cereales, panceta, huevos revueltos, salchichas, fiambres, etc. Todo de excelente calidad. De los mejores desayunos que hemos tenido en nuestra vida viajera.

Luego nos dirigimos a la pileta, la cual está dividida en dos sectores. El interno, con un espacio con chorros de hidromasajes (solo para adultos) y el externo con unas vistas increíbles y con el “borde infinito” que la hace única. Es climatizada pero no tan grande como uno podría esperar para la magnitud del establecimiento. De hecho una tarde que fuimos con Nico (imposible sacarlo del agua) nos costó encontrar sillas. Imagino que en verano debe explotar de gente.

Para la tarde tomamos el famoso té Llao Llao en el Winter Garden, indispensable reservar previamente (nosotros lo hicimos dos semanas antes). Eso lo vamos a dejar para otro post.
Hay varias actividades para realizar en el resort, ya incluidas en la tarifa. Me quedé con las ganas de hacer arquería, pero los horarios coincidieron con el momento del desayuno y las ganas de pileta de Nico por la tarde. Cuentan con un kids club llamado Nahuelito, para niños de 4 a 10 años. También disponemos de los múltiples salones que ofrece el lugar, tales como biblioteca, sala de juegos, sector con computadoras o un espacio donde ver la tele recostado en cómodos sillones y al calor de la chimenea.

Lo más lindo es disfrutar del entorno y el ambiente del hotel. Cada detalle está cuidado, sentimos que en cada paso que damos hay historia alrededor, incluso en distintas sectores nos podemos encontrar con fotos antiguas. Como esta de los presidentes Frondizi y Eisenhower:

Además, es posible contratar excursiones, solicitar traslados, comprar recuerdos e incluso indumentaria. Hay más de un restaurant y también podemos ver la carta a través de la app del hotel. Asimismo es posible hacer reservas con ella, ya sea para comer o realizar alguna actividad.
Fue una experiencia realmente inolvidable, las dos noches se nos pasaron volando. Habrá que volver y seguir descubriendo lo que este maravilloso lugar tiene para ofrecernos.
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