La pandemia por Covid-19 es sin dudas un antes y un después en nuestras vidas. Mientras escribo este post nos encontramos a las puertas de un nuevo viaje, el primero al exterior en casi dos años. A medida que se acerca siento más y más la ansiedad, el estrés y los nervios. No me pasaba esto antes y es porque la pandemia nos volvió difícil hasta lo placentero que es viajar, generándose una situación increíble: las vacaciones se volvieron un sufrimiento.
Seguramente cuando estemos en destino comenzaré a relajarme un poco, pienso. Pero por el momento mi cabeza es un sinfín de miedos y de cosas por hacer. ¿Los miedos? A contagiarme antes de hacerme el test de antígenos (requisito de EE.UU. para viajar) y no poder subirme al avión. El miedo de que me falte algún papel, alguna declaración jurada. De que se me escape la tortuga, como diría el Diego. De haber perdido la práctica de viajar al exterior y olvidarme algo importante. Reviso mentalmente: lo fundamental son los pasaportes, las tarjetas de crédito y ahora le sumamos las constancias de las vacunas.
En estos días el anuncio de la eliminación del test PCR para ingresar nuevamente a la Argentina para argentinos y residentes vacunados nos sacó una buena parte del estrés que implicaba este viaje. Por supuesto, me preocupaba muchísimo dar positivo allá en EE.UU. y no poder volver, o que no me llegue el resultado del test. Lo tachamos: una preocupación menos, a tiempo.
Y me pasa eso, que antes disfrutaba mucho el antes del viaje, la planificación. Adquiríamos actividades con mucha anticipación, también los alojamientos. Hoy, la previa se sufre y los tickets que hagan falta se adquirirán ya en destino. Ni siquiera tenemos cerrado el hotel en San Francisco, primer destino del viaje: lo tenemos marcado pero recién en el aeropuerto, ya con todo chequeado, haremos la reserva.
Me costó hasta sentarme a definir los itinerarios, porque en mi cabeza también tenía miedo de ilusionarme con el viaje y que por algún motivo se cancele, porque en lo que va de la pandemia ya cancelamos varios. Lo que antes me encantaba hacer, como sentarme a diagramar un viaje seis meses antes, acá empecé a hacerlo recién un mes y medio antes, cautelosamente, como pidiéndole permiso al Covid.
Hay que decir que respecto de viajar dentro de la Argentina esos miedos están completamente superados. Ya hicimos un montón de viajes en pandemia, como harán visto, y estamos súper acostumbrados. Hacemos la misma vida que donde vivimos, con los cuidados pertinentes. Pero ahora vamos a otro país. Perdón, dos países, porque haremos escala en México. Y ahí otra vez: chequear los requisitos de México, que no se nos escape nada.
Es probable que también nuestros miedos provengan de una mala experiencia anterior: como contamos acá, el cierre de fronteras de la Argentina en marzo 2020 nos agarró estando en Playa del Carmen.
También pienso otra cosa: se me vienen una cantidad de horas seguidas con tapabocas. Salvo para comer, claro. Un vuelo de 9 horas a México, más la escala en el aeropuerto, más cinco horas de vuelo a EE.UU. A eso sumale Migraciones, esperas. Recién cuando estemos en el auto alquilado me podré sacar el barbijo. Nunca estuve tanto tiempo con tapabocas y espero soportarlo.
Ya quiero llegar a destino. Que baje esta ansiedad, que se vayan los miedos, empezar a disfrutar. Pero mientras tanto pienso: “¿Vacaciones? Eran las de antes…”
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