
Cuando Ger me propuso hacer un recorrido por el sudoeste de la provincia de Buenos Aires haciendo base en Sierra de la Ventana, empecé a interiorizarme sobre ese misterioso hombre: Francisco Salamone, el arquitecto de las pampas, iba a dominar nuestro viaje.
Si bien lo había escuchado nombrar, aún tenía que conectarme con su obra. Y vaya si me conecté porque, sinceramente, tenerlas frente a frente fue muy emocionante.
Pero repasemos un poco quién fue este arquitecto de las pampas. Francisco Salamone nació en Italia pero llegó a la Argentina siendo muy pequeño. Se terminaría convirtiendo en el hombre predilecto del gobernador Manuel Fresco para dotar de espectacularidad y altura a una provincia dominada por los campos, la horizontalidad, la parsimonia, la tranquilidad. Salamone le plantó a parte de la llanura bonaerense, en esos cuatro años de enorme actividad – es el responsable de más de 60 obras – edificios con estilo inclasificable que reúne a varias corrientes arquitectónicas de ese momento. A su estilo yo lo resumiría simplemente en la palabra salamónico.

Pongámonos en contexto: los pueblos del sudoeste de la provincia de Buenos Aires, que al día de hoy aún son tranquilos y en ese momento – años 30 – lo eran más, tuvieron de golpe edificios municipales, portadas de cementerios y mataderos impactantes que desafiaron la calma de la línea trazada por la llanura. Se cumplió el deseo del gobernador Fresco: que el Estado diga “presente”, bienvenidos a la modernidad. Salamone innovó en el uso de bloques de hormigón armado (lo que abarataba costos, por eso ganaba todas las licitaciones) pero también su estilo significó un corte con el diseño de palacio francés que dominó las construcciones por años.
Lo cierto es que Salamone se terminó convirtiendo en un arquitecto de culto en los últimos años. No sólo por su estilo, sino también porque lo rodean detalles singulares – como que piloteaba un avión para estar en cada obra rápidamente -, su súbita desaparición de la escena pública y también el hecho de que murió sin ser reconocido.
Pero hoy somos muchos los que decidimos ir por las salamoneadas.

Nuestro primer contacto con Salamone fue en Azul. En este post les contamos lo que estuvimos haciendo en esa hermosa ciudad. Diseñó la portada del Parque Sarmiento, un pulmón verde enorme que también contó con la mano del gran Carlos Thays.
Nuestro siguiente encuentro con Don Francisco fue con la plaza San Martín, la principal de la ciudad. Allí Salamone diseñó todo el mobiliario (luminarias, bancos, la fuente principal) y también el dibujo de las baldosas que, dicen, en un principio era resistido por los azuleños porque se mareaban. La plaza es realmente fantástica, una verdadera joya.

Por último, el plato fuerte. Nos esperaba el cementerio municipal de Azul. Qué maravilla. Te deja completamente boquiabierto. Sentí fascinación. Es que ese enorme RIP, el ángel, el encuentro con esa portada en la ochava, la elección estratégica de Salamone para mayor impacto visual (que en mi claramente logró su cometido) te deja sin palabras y te demuestra que los cementerios, que en lo particular jamás me gustaron, pueden ser obras de arte.

Nos despedimos de Azul. Nos volveríamos a encontrar con Salamone, el arquitecto de las pampas, en otros pueblos, pero eso lo contaremos en una segunda parte.
Continuará…
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