Si tuviéramos que pensar en íconos de París seguramente primero se nos viene a la mente la Torre Eiffel y probablemente en segundo lugar el Arco del Triunfo. Pero les confieso que el Arco es mi favorito.
El Arco es historia pura y es imposible obviarla a la hora de hablar de él. Su construcción fue encargada por Napoleón Bonaparte para conmemorar la victoria en Austerlitz, uno de sus mayores éxitos militares. El general y estadista francés no llegó a verlo terminado. Pero sus restos pasaron por debajo del Arco en 1940, cuando fueron definitivamente instalados en Los Inválidos.
El Arco del Triunfo representa la grandeza de aquella Francia. Está decorado con relieves y nombres de batallas, así como con los apellidos de los generales franceses – aquellos que murieron en combate se encuentran subrayados – . Debajo del Arco se encuentra la tumba del soldado desconocido muerto en la Primera Guerra Mundial y una llama siempre encendida recuerda a los caídos.
Una de las cosas que me gustan del Arco – y por eso digo que es mi favorito – es que sigue siendo protagonista de la historia en distintas épocas. Lo cruzaban los soldados franceses tras las victorias militares, pero también fue parte de las derrotas, ya que lo atravesaron los alemanes en la guerra franco prusiana en 1871 y los nazis al tomar la ciudad. También lo cruzó un avión tras la Primera Guerra Mundial, para sorpresa de los que pasaban por allí. Al día de hoy es escenario de manifestaciones, celebraciones de triunfos deportivos, es la meta del Tour de France… Para mí es el verdadero rey de París.
Una curiosidad más. Este monumento está alineado a los arcos del Carrousel (ubicado en el Louvre) y de la Defense, uniendo así la París antigua y la moderna. Esos simbolismos me encantan, debo confesar.
El Arco se encuentra en la plaza Charles de Gaulle o plaza de la Estrella porque de aquí convergen 12 avenidas, simulando las puntas de una estrella. De modo tal que no se debe cruzar la calle para acceder al Arco, es muy peligroso. La forma de hacerlo es a través de túneles subterráneos.
Cuando llegamos, una banda militar tocaba La Marsellesa. Aún no sabemos si era un evento especial o se debió a que todos los días a las 18.30 encienden la llama eterna un grupo de veteranos de guerra. Luego del acto cruzamos por el túnel y llegamos a la entrada del Arco. Allí presentamos nuestra París Museum Pass, escanearon su código de barras y pudimos acceder.
Son 286 escalones hasta la terraza. Antes hay un pequeño museo sobre la construcción y su simbolismo.
La vista, una vez que estamos en la cima, es maravillosa. Fuimos cuando el sol caía sobre París y comenzaba a iluminarse la Torre Eiffel; creo que no podíamos haber elegido mejor momento del día.
Una de las características de París es que es una ciudad despejada visualmente, sin edificios demasiado altos donde los miradores de sus monumentos históricos son los protagonistas. Por ejemplo al otro día contemplamos la ciudad desde la Torre Eiffel y también la pudimos apreciar desde las torres de Notre-Dame.
El Arco tiene un horario bastante amplio para visitarlo, siendo el de verano (1ro de abril a 30 de septiembre) de 10 a 23 hs y el resto del año hasta las 22.
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