La pandemia por Covid-19 nos cambió la vida a todos en mayor o menor medida. Uno de los grandes cambios se dio en el aspecto laboral. Quienes realizamos tareas para las que sólo necesitamos una computadora y conexión a internet pasamos a trabajar desde nuestras casas. En mi caso sigo en esa situación un año y medio después y sinceramente lo disfruto. Pero también me pasa algo: ¡extraño Buenos Aires!
El teletrabajo, especialmente para mí que acababa de ser madre, fue una bendición. Dejé de sufrir con el transporte público (hacía 20 km de ida y de vuelta diariamente), puedo disfrutar de mi hijo a quien sigo amamantando, trabajo en pijama, veo mi patio por la ventana, estoy rodeada por el silencio del típico barrio de casas bajas del conurbano, donde solo se escuchan los pajaritos… y tantos beneficios más. Pero fueron muchos, muchos años estudiando y trabajando en el “Centro”, y hay cosas que se añoran. No tanto como para querer volver a viajar a diario, pero se extraña.
¿Qué me gusta de Buenos Aires? Ante todo me encanta su arquitectura, me parece una ciudad fascinante. Yo trabajaba a pocas cuadras de la Avenida de Mayo. ¡La de veces que me quedé mirando el Barolo, totalmente embobada! A diario luego de bajar del tren hacía el camino Constitución – Tribunales, una zona riquísima en edificios históricos que, lamentablemente, cuesta cada vez más que se preserven.
En esos barrios se respira historia. San Nicolás y San Telmo son mis barrios favoritos. Si de repente me tocaba hacer un trámite en las inmediaciones de Plaza de Mayo me ponía muy contenta. Me encanta caminarla, contemplar la Casa Rosada, el Cabildo. Imaginar cómo fue en la época colonial. Pasar por la Catedral a saludar al Libertador, entrar a San Ignacio de Loyola, donde reposa Castelli, o por Santo Domingo, donde descansa Manuel Belgrano.
Más de una vez llegaba al trabajo de mal humor e insultaba al aire contra esta “ciudad de m….”. Seguramente porque me agarró algún corte de calle que me hizo llegar tarde (Buenos Aires no es Buenos Aires sin manifestaciones). Pero al mediodía salía a dar una vuelta por la avenida Corrientes, entraba a revolver librerías, compraba el almuerzo en alguna de sus icónicas pizzerías (para mí, NO HAY como la pizza porteña) y listo, se me iba la mufa. El horario de almuerzo me permitía despejarme del trabajo y pese al ruido, los bocinazos y todo lo que es esa zona, me gustaba.
Párrafo aparte para los cafés de Buenos Aires. Son tan porteños como el Obelisco. Buenos Aires es café, es una medialuna, es un tostado, es todo eso en la mesa y uno mirando por la ventana. Me acuerdo que una de las cosas que me horrorizaba de una ciudad que me gusta mucho como Nueva York es que las cafeterías son muy pequeñas, casi sin lugar para sentarse. Que ellos se llevaran el café y lo tomaran caminando. Por favor, ¡con lo lindo que es disfrutar de un café sentado, viendo la vida pasar!
La esencia de Buenos Aires, para mí, es esa. El tiempo para tomarse un café, pero a la vez el apuro por llegar a hacer algún trámite. Es la pizza de parado, es la milanesa con papas fritas del mediodía. Es la ciudad con más librerías por habitante, es la avenida Corrientes que se enciende con los teatros.
Después está la Buenos Aires diseñada para el afuera, donde el tango es hoy más un show para turistas que otra cosa. También la Buenos Aires a la que pretenden globalizar y unificar con el resto de las ciudades, poniéndole una escalera espantosa a lo Times Square en medio de una de las vistas más lindas, la de Diagonal Norte. Se los pido por favor, se los ruego encarecidamente, no le quiten la esencia a Buenos Aires.
Ustedes pensarán: Buenos Aires es más que todo lo que mencionaste. Si, porque solo soy una chica del conurbano que se mueve entre San Nicolás, Constitución y Balvanera. Pero este blog me motiva a salir a descubrir el resto. La pandemia un poco lo impidió, pero nunca es tarde.
Lo que si sé, es que ¡te extraño, Buenos Aires! Y voy a volver a disfrutarte, al menos como si fuera turista, una que conoce tu esencia y la recuerda con nostalgia.
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