Esta entrada es una continuación del posteo acerca del hermoso paseo en el Ferrocarril Austral Fueguino. El Tren ingresa al Parque Nacional Tierra del Fuego y acá comienza la segunda parte de un día inolvidable.
Como les contamos, hicimos la excursión con Tolkeyén Patagonia, que nos había pasado a buscar al alojamiento para llevarnos al tren, así que en la última estación del recorrido nos esperaban para continuar el tour por estos escénicos paisajes.
Continuamos por la Ruta 3 que se abre paso atravesando el bosque subantártico. Entre lengas y coihues que sorprenden por su altura vamos llegando a nuestra siguiente parada, el Lago binacional Acigami, llamado Lago Roca en el lado argentino y Errázuriz en el chileno. Estos dos presidentes pusieron fin a la disputa por la Puna de Atacama abrazándose en un buque sobre el estrecho de Magallanes en 1899, de ahí que el lago lleve el nombre de ambos.
Nos sorprendió la calma y la quietud de este hermoso espejo de agua. Aquí comenzamos una caminata (opcional) de unos 700 metros bordeando el lago. Empezaba a gotear, y el terreno no parecía el mejor para un cochecito de bebé. Pero estábamos en el fin del mundo, ¿cómo no hacerlo? Así que cubrimos improvisadamente a Nico con el tul de mosquitos (si, nos dejamos en casa el de lluvia, todo al revés). Acá Ger se puso la 10 una vez más y llevó a Nico por los terrenos embarrados, por momentos le resultó más fácil y por otros tramos costó más. Pero fue un paseo que disfrutamos mucho. Y lo más lindo fue que pudimos ver de cerca a unos cauquenes, las aves estrellas del Parque.
Llegamos así al Centro de Visitantes Alakush que tiene una vista privilegiada del lago. He leído que allí se comía muy bien. Lamentablemente estaba desolado, solamente se podían utilizar los sanitarios.
Subimos nuevamente al bus rumbo a la siguiente y última parada: Bahía Lapataia.
La emoción de estar en el final de la Ruta 3, esa Ruta que tantos aventureros deciden recorrer uniendo las Américas, es muy grande. Comienza allí una pasarela apta para el cochecito y empezamos a recorrer con nuestro hijo los últimos metros hacia el fin del mundo.
“¡Qué bien se porta! ¡Ni se lo siente!” nos decían allí, y les contamos, orgullosamente, que es el segundo parque nacional que conoce nuestro bebé y que si, es un viajero nato.
Al cabo de unos minutos regresamos al bus y alrededor de las 13.30 horas ya estábamos nuevamente en el alojamiento.
De más está decirles que esta es una excursión maravillosa y sin dudas uno de los grandes imperdibles en Ushuaia. Si pueden combinarla con el tren, les aseguramos que no se van a arrepentir.
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