Siempre digo que para hacer turismo no hace falta irse tan lejos. Campanópolis es un buen ejemplo. Emplazada en González Catán, partido de La Matanza, esta aldea medieval es toda una joya. Teníamos pendiente conocerla desde hacía tiempo y por fin, al levantarse el aislamiento social en el AMBA, volvieron las visitas guiadas y pudimos hacerlo.
Vamos por partes. Para comprar la entrada hay que ingresar a su sitio web. Sólo de esta forma puede adquirirse el ticket. Las visitas guiadas se realizan los sábados desde las 9 horas. Duran aproximadamente hora y media y después se puede recorrer a gusto hasta las 13. Si bien vimos que los recorridos guiados arrancaban en distintos horarios, recomendamos que vayan a primera hora así después cuentan con más tiempo para recorrer tranquilos. Además se evitan quizás los momentos más fuertes de sol. Fue lo que hicimos. Arribamos a las 9 horas y la visita inició 9.10.
Nuestra guía comenzó contándonos la historia de Antonio Campana, el fascinante protagonista de esta historia y creador de esta joya en las entrañas de La Matanza. Resumidamente, Antonio (empresario alimenticio) fue diagnosticado con cáncer. Le dijeron que como mucho le quedarían 10 años de vida. Así fue que decidió dedicar esos años a construir este lugar. Me emociona pensar en cómo ante un diagnóstico tan duro esta persona tomó la decisión de aprovechar el tiempo de vida que le quedaba para dejar un legado, que ya vamos a ver que no fue sólo cultural.
El predio cuenta con más de 200 hectáreas que la dictadura militar le había expropiado para el CEAMSE. Antonio batalló durante años y las recuperó, pero las recibió llenas de basura y contaminación. Por lo cual Campanópolis es también la recuperación de un espacio, una obra con fines ambientales. Recicló todo lo que iba encontrando y plantó especies vegetales.
También Antonio se dedicó a rescatar y conservar patrimonio. Por ejemplo, en sus construcciones se encuentran materiales ferroviarios que compró tras la privatización de los trenes en los ’90. También como curiosidad hay unas columnas que formaron parte de Galerías Pacífico, butacas de un cine y hasta esculturas que estaban emplazadas en el Monumento a la Bandera de Rosario, que tristemente habían sido cortadas (increíble lo poco que se valora el patrimonio a veces). Antonio las recuperó y ahora le dan vida a Campanópolis.
Algunos de los sitios más interesantes para ver son el Museo del Hierro, lleno de objetos, materiales y rejas; el Museo de los Caireles, el Museo de Madera, la oficina que utilizaba Antonio, entre otros. También hay un molino, hay casas hechas de piedra, de adoquines (rescatados de las calles de la ciudad de Buenos Aires) y un sin fin de cosas, muchas de ellas sin mucho sentido o quizás para Antonio lo tenían, pero lo desconocemos. Vale decir, no era arquitecto, ni ingeniero. Sin seguir planos, toda esta aldea medieval estaba en su cabeza.
Nuestro héroe falleció en 2008, más de 20 años después de haber recibido el diagnóstico de la enfermedad. Él le dio vida a Campanópolis y Campanópolis lo ayudó a vivir a él, sin duda alguna.
En fin, no quiero contar muchos datos más porque la idea es que vayan, descubran y se sorprendan.
Dentro del predio hay estacionamiento gratuito. Si van en esta época (primavera-verano) lleven protector solar (aunque hay bastante sombra), y sobre todo repelente, ya que en la zona hay tosqueras y abundan los mosquitos.
Cuenta con baños y un kiosco para comprar bebidas y snacks. Se puede realizar picnic. El predio también cuenta con camarines: allí se han filmado películas y publicidades y además se puede reservar para hacer producciones como books de fotos y videos e incluso celebrar eventos.
Con la pandemia es muy probable que empecemos a mirar más fronteras adentro. Van a ser años difíciles para hacer turismo afuera. Quizás es la oportunidad para descubrir la cantidad de lugares bellos que tenemos y muchas veces muy cerca de casa. Campanópolis es uno de ellos.
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