
En un post anterior les contábamos nuestro itinerario de cuatro días en París. Siempre en los viajes hay momentos que se recuerdan más que otros. Y si bien todos fueron increíbles en la capital francesa, son esas primeras horas las que me motivan a revivir los recuerdos y compartirlos con ustedes, tratando de poner en palabras aquellas sensaciones. Me dominaba la ansiedad por pisar esta ciudad y por eso aquel primer día fue tan especial.
En rigor, arribamos provenientes de Madrid con un vuelo de Iberia después del mediodía. Entre la salida del aeropuerto de Orly y la llegada al Airbnb en Montmartre transcurrieron un par de horas, pues debimos tomar el tren interno del aeropuerto, luego la línea 7 de tranvía (unos 45′ de viaje) y por último el metro. Era la forma más económica de llegar al alojamiento. Así que recién nos pusimos en funciones “turísticas” pasadas las 17 hs.

Tras dejar el equipaje en el minúsculo Airbnb nos subimos al metro y salimos en Place de la Concorde. El primer encuentro con la historia se da en este lugar que tenía poco que ver con la concordia pues aquí estaba instalada la famosa guillotina. Después de la Revolución se llevaron a cabo numerosas ejecuciones, dos de ellas muy famosas, la de Luis XVI y su esposa María Antonieta (días después visitamos Versalles, donde vimos los lujosos aposentos de estos dos y terminamos de entender la historia).
No se preocupen, no hay más guillotina ahí. Actualmente la Concorde es la segunda plaza más grande de Francia. Exhibe una joya, el Obelisco de Luxor, regalo de Egipto (en cuántas capitales europeas hay “regalos” de Egipto, ¿no?). Se dice que a cambio Francia les obsequió un reloj… que no funciona.
En fin. Ahí vimos a lo lejos la Torre Eiffel y creo que fue la primera gran emoción del día: salir del metro y divisarla, con la tarde cayendo sobre París, fue algo realmente mágico.
Por supuesto, no fue casual la elección de arrancar el itinerario a pie en Place de la Concorde. Aquí nace la emblemática avenida Champs-Élysées y queríamos recorrerla en toda su extensión. Llena de tiendas de lujo, rodeada de parques y monumentales edificios, Champs-Élysées es un paseo más que imperdible.

Fue cuestión de tiempo para que asomara el Arco del Triunfo en el horizonte, donde finaliza la avenida. Segunda emoción del día. El Arco es una atracción especial que tendrá su posteo en el blog, ya que es para dedicarle unas cuantas líneas a su visita.

Después de deleitarnos con las vistas desde la terraza de este ícono parisino bajamos y tomamos a pie la avenida Kleber. Nuestro objetivo era llegar a la plaza Trocadero, uno de los mejores lugares para disfrutar del show diario nocturno de la torre Eiffel. Aquí hay puestos de comidas y bebidas y por supuesto nos abalanzamos hacia los crêpes. Ger se comió uno con nutella, yo otro con jamón y queso. Estaba fresco y los acompañamos con un necesario café. Ya éramos unos parisinos más.
Mientras tanto las luces de la emblemática estructura diseñada por Gustave Eiffel nos iluminaban a todos los presentes en su puntual show de las 20 hs. Creo que ahí caí en la cuenta de que estaba en París y es de esos momentos que no olvidaré jamás. ¿Viste cuando te “cae la ficha”? Bueno, exactamente eso. Mucha emoción por un sueño cumplido y viviendo otro al mismo tiempo, mi Nico de 9 semanas en mi vientre. No podía pedir nada más.

Finalizamos comprando víveres en un Carrefour. Algo menos glamoroso pero que también disfrutamos. Sólo restaba descansar y reponer energías para continuar al día siguiente explorando esta magnífica ciudad, a la que habíamos arribado pocas horas antes pero que ya nos estaba conquistando con toda su belleza.
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