En la entrada acerca de nuestro itinerario en Esquel les adelantamos que recorrimos una parte del inmenso Parque Nacional Los Alerces. Claro está, es la atracción imperdible de esta zona y uno de los motivos de nuestro viaje.
No sólo es un área protegida por las leyes de nuestro país sino que también es Patrimonio Mundial de la Unesco. Seis lagos son parte de él: Krüger, Rivadavia, Futalaufquen, Menéndez, Verde, Amutui Quimey y el río Arrayanes.
En semejante extensión (260.000 hectáreas) hay cantidad de actividades y excursiones geniales para realizar. Nos hubiera encantado hacer la navegación al Alerzal Milenario, el trekking al glaciar Torrecillas o conocer los túneles de hielo que se forman en enero y febrero, pero con un bebé de cuatro meses no es posible. Así que armamos un recorrido dentro de nuestras posibilidades para hacer en una jornada. Teníamos el resto de los días ocupados con el viaje en La Trochita y la visita a la localidad de Trevelin.
El Parque Nacional Los Alerces tiene tres sectores o entradas: Sur, Centro y Norte. Nosotros recorrimos parte del trayecto entre las portadas Centro y Norte, siendo Villa Futalaufquen la primera parada pues aquí se encuentra la intendencia del Parque. Este lugar es la única zona habitada; aquí viven guardaparques, gendarmes y sus familias. Entre Esquel y Villa Futalaufquen hay 50 km y el camino es hermoso; se va ganando en altura desde donde se aprecia la estepa patagónica hasta que, ya llegando a los límites del Parque, aparece de a poco su vegetación tan característica.
Disfrutamos un poco de la playa más cercana sobre el lago Futalaufquen, tomamos unos mates, comimos algo y luego partimos. La temperatura era ideal; tuvimos un fin de semana por momentos bastante caluroso.
Nuestro siguiente objetivo era cruzar el puente del río Arrayanes. No es lejos, pero el camino fue una tortura. Sabíamos que la ruta 71, que va bordeando los lagos, estaba en trabajo de pavimentación. Pocos kilómetros estaban asfaltados para febrero 2020, el resto fue todo de ripio y por tramos en mal estado. El auto se movía demasiado. La verdad no lo disfrutamos para nada y nos dio mucha pena porque es una ruta tan escénica como el camino de los siete lagos en Neuquén, pero realmente en esas condiciones sin un vehículo acorde no es nada confortable.
Por poco volvíamos para atrás, pero decidimos seguir camino hasta que por fin llegamos a la pasarela del río Arrayanes. Allí hay un estacionamiento donde también comienza el sendero al lago Verde, que es más largo. Dejamos el auto, hicimos el camino de 200 metros con Nico en el fular (no apto cochecito) y cruzamos el puente sobre el río. La belleza de este paisaje es increíble y nos hizo olvidar por un rato de lo que había sido el viaje.
Aquí amamanté a Nico (qué privilegio dar la teta en un lugar así!!) pero estaba algo molesto y no era para menos, seguramente el traqueteo del auto no le hizo bien. Así que estuvimos apenas unos minutos y emprendimos el regreso donde por suerte se durmió.
Ojalá pronto esa ruta esté completamente pavimentada y allí volveremos para hacer lo que nos quedó pendiente. Hay transporte público que realiza este recorrido y termina en otro parque nacional, Lago Puelo, que también tenemos planes de conocer y ojalá se nos pueda dar.
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