Con justa razón Río de Janeiro es apodada Cidade Maravilhosa. Es una de mis ciudades favoritas y a la que siempre quiero volver; su particular geografía combina playas, lagunas, selva en altura y los morros o cerros que se convierten en miradores naturales. Uno de ellos es el Pan de Azúcar que junto con el Corcovado, donde se encuentra el Cristo Redentor, nos regala maravillosas vistas panorámicas subiendo a su cima a través del teleférico.
Nuestra primera visita a Río ocurrió en el contexto de una excursión que realizamos desde Búzios con ida y vuelta en el día. En ese momento no subimos al teleférico del Pan de Azúcar. Cuatro años después regresamos para presenciar los Juegos Olímpicos y ahí sí nos tomamos revancha.
Aquella jornada nuestra actividad deportiva era a la noche por lo que teníamos el día libre para recorrer. Fuimos al Pan de Azúcar desde la estación de metro de Botafogo donde nos tomamos el bus 513 hacia Urca.
Al arribar compramos la entrada (pueden hacerlo online también) y subimos al histórico teleférico, que data de 1912, conocido como bondinho. La primera parada es en el morro de Urca, donde podemos apreciar hermosas vistas de Praia Vermelha, de la bahía de Botafogo y del barrio de Urca. También se divisan con facilidad el aeropuerto Santos Dumont y el Cristo Redentor. En esta parada intermedia hay lugares para tomar algo y realizar compras.
Volvimos a subirnos al bondinho y ahora si, estamos en la segunda parada que es el Pan de Azúcar, la mole de 400 metros que custodia la bahía de Guanabara y es el gran símbolo geográfico de la ciudad carioca. Aquí ya tenemos una vista bien amplia no sólo de la bahía, sino también del puente que une a Río con Niteroi y por supuesto de la icónica playa de Copacabana.
En ambas estaciones podemos tomarnos todo el tiempo que queramos para admirar las vistas. El teleférico sale cada tres minutos.
Es una atracción algo cara, pero vale completamente la pena. Como consejo, es importante ir un día despejado (lo mismo con el Cristo Redentor) y si van al atardecer, mejor.
Luego de disfrutar de las vistas nos fuimos de allí, tomamos nuevamente el bus 513 para regresar a Botafogo y cruzar toda la ciudad hacia el Parque Olímpico; allí nos esperaba la Generación Dorada del básquet argentino que daría una de sus últimas funciones contra Lituania. Era el turno de ver a otros gigantes…
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