Una noche durmiendo en el piso del Galeão

Hoy con casi 50 vuelos en nuestro haber tenemos una experiencia acumulada que nos hace estar algo más tranquilos ante algún inconveniente. Por ejemplo, en este post contamos que no podíamos aterrizar en Atlanta por tormenta, que nuestro avión daba vueltas sobre el aeropuerto y sin embargo mantuvimos la calma, sabiendo que son cosas que pueden pasar (y de hecho en Ezeiza o Aeroparque ocurre seguido). En líneas generales no tuvimos demasiados problemas a lo largo de estos años. Pero sí tuvimos la mala suerte de que en nuestras primeras vacaciones en avión terminamos durmiendo en el piso del aeropuerto internacional Tom Jobim de Río de Janeiro, más conocido como el Galeão.

Con mucha emoción viajamos a Búzios en 2012. Primera vez en Brasil, primeros viajes en avión. Pasamos una semana perfecta. No llovió un sólo día, tuvimos sol a pleno.

Cuando estábamos yendo al aeropuerto de Cabo Frío, el más cercano a Búzios, para volver a Argentina, notamos que había una niebla espesa. Pero le restamos importancia.

Hicimos el control de seguridad y subimos a esperar el embarque. De repente escuchamos unas palabras en portugués por el altoparlante. No entendíamos muy bien.

Hasta que entendimos. El avión de Andes que venía a buscarnos no podía aterrizar en Cabo Frío por la niebla.

Hasta ahí estábamos intranquilos pero confiando en que podría hacerlo, que la niebla se iría mágicamente. Pero no, no pudo aterrizar y el avión tuvo que ir al Galeão, el aeropuerto internacional de la ciudad de Río de Janeiro, distante a unos 160 km.

Luego de mucha incertidumbre, y viendo como los empleados se iban a sus hogares y el pequeño aeropuerto de Cabo Frío literalmente cerraba, nos subieron a unos charters y nos enviaron a Río de Janeiro. 160 km de ruta con curvas, con niebla que no permitía ver ni a dos metros… Fue probablemente una de las veces que más miedo tuve en mi vida.

Llegué a enviarle a mi papá un mensaje de texto (no había wifi, ni roaming, ni soñar con WhatsApp) donde le dije que estábamos yendo al Galeão y que no sabía cuando llegaríamos a casa. Muy tranquilizador sin dudas para nuestros padres. Ahí se me acabó el crédito del celular y no pude avisar nada más. A Ger también se le había acabado. Había sido su cumpleaños durante el viaje y de tanto responder mensajes el roaming lo dejó con saldo cero.

Azeda, una de las playas más bellas de Búzios

Para colmo no teníamos un solo real. En Argentina ya había restricción a la compra de dólares entonces todos los reales que nos habían sobrado los habíamos cambiado por verdes en Búzios. No teníamos nada para llamar a Argentina. Ni dinero local para comprar comida y bebida. (Se sabe que en Brasil no te toman otra moneda ni por casualidad). Por supuesto al ser medianoche no había casas de cambio abiertas en el aeropuerto.

Incomunicados, sólo quedaba aguardar por novedades en el Galeão, donde no había wifi tampoco. Esperábamos ingenuamente que enseguida nos pusieran en un avión a Buenos Aires, pero ahí aprendimos que las tripulaciones tienen vencimiento y deben descansar. Así que pasamos nuestra primera noche durmiendo en el piso de un aeropuerto.

Llegando a Playa Geribá, una muy concurrida por surfers

Fue una noche difícil y yo casi no pude conciliar el sueño. La incertidumbre de no saber cuándo volvés a tu casa y sin poder avisar a tus familiares es difícil de manejar. Y además por supuesto el piso o un asiento duro de metal no son muy cómodos para descansar. Ger pudo dormir algo.

Finalmente recién a las 9 de la mañana del otro día logramos subir al avión y regresar a Buenos Aires, con 11 horas de demora respecto del vuelo original. Apenas llegamos a Ezeiza me comuniqué con mis padres que, pobres, estuvieron sin dormir toda la noche (o al menos eso me dijeron, jaja) porque no sabían nada de nosotros.

Río de Janeiro desde el aire. Las playas de Copacabana e Ipanema, inconfundibles

Hoy estamos más conectados, hay wifi en todos lados y mi papá sigue todos nuestros vuelos por Flightradar, así que sabe donde estamos. Y yo siempre le digo: no te preocupes, si no ves en las noticias que se cayó un avión, es porque estamos bien. Obviamente me miran con cara de horror cada vez que digo eso.

En fin, ese fue nuestro comienzo arriba de los aviones. Por suerte tal experiencia no nos amedrentó y seguimos viajando.

Ah! En el aeropuerto de Cabo Frío nos dijeron que no habían visto una niebla como esa en cuatro años…

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