
Nuestra visita a Esquel fue planeada con mucha anticipación (como casi todos nuestros viajes en realidad). Además, era un viaje muy especial: sería el primero de Nico.
Una vez hecho el canje de millas, incorporamos a Nico a la reserva llamando al Call Center de Aerolíneas Argentinas (post acá).
Luego debíamos buscar el alojamiento, encontramos uno en Airbnb que se adaptaba a nuestras necesidades. Atrás quedaban los tiempos de ir a piezas en casas de familia o departamentos minúsculos, ahora necesitamos espacio para tres. Se consiguen lugares muy lindos y económicos, haremos post del que elegimos nosotros.

También decidimos alquilar un auto, por varios motivos. Los atractivos de Esquel no están lejos de la ciudad pero tampoco muy cerca. El transporte publico es escaso, las excursiones son un poco caras y especialmente la comodidad y libertad de contar con movilidad propia, más aun viajando con un bebé.

Llegábamos un sábado a la tarde y hasta que pudimos retirar el auto (con alguna demora porque se habían olvidado de la silla para bebé) llegamos al alojamiento alrededor de las 17 hs.
Para ese momento teníamos sobre nuestros hombros el trajín del viaje hasta Aeroparque, el vuelo y el retiro del auto. Además Nico se durmió una larga siesta por lo que solamente hicimos algunas compras para nuestra estadía y dimos por terminado el día.
El domingo visitamos el Parque Nacional Los Alerces que se encuentra a unos 50 km de Esquel. Acá tuvimos que tomar la primera gran decisión al viajar con Nico. Hay una excursión lacustre por el Lago Menéndez para llegar al Alerzal Milenario.
Se embarca en Puerto Chucao y para llegar allí hay que entrar primero al Parque Nacional, luego hacer unos 20 km más (la mitad sobre ripio), caminar unos 10 minutos hasta la pasarela del Río Arrayanes y de ahí otros 30 minutos hasta el embarque.
Al arribar a Puerto Sagrario se puede ver el Alerzal Milenario con una breve caminata o un recorrido completo de 2 kilómetros.
Sin dudas debe ser una excursión hermosa pero debemos asumir que ahora viajamos con nuestro hijo que tiene sus tiempos y necesidades que no coinciden con las nuestras. Por lo que con mucho pesar tuvimos que declinar de realizarla.

En su lugar disfrutamos el mediodía en el Lago Futalaufquen que tiene una pequeña playa ubicada a poco de entrar al Parque Nacional.
De ahí fuimos a cruzar la pasarela del Río Arrayanes (no fuimos hasta el puerto) e hicimos un sendero poco apto para cochecito de bebé. Así que me cargué a Nico en un fular.
Al día siguiente cumplimos un pendiente que teníamos hace mucho tiempo: viajar en La Trochita. Acá el post con todos los detalles.

El martes era nuestro último día entero, nos fuimos a Trevelin (importante leer con tilde en la segunda E, no vayan a decirlo de otra forma delante de un trevelinense). Está a unos 25 kms de Esquel.
Ahí visitamos la casa de té galés Nain Maggie y en sus alrededores el molino harinero Nant Fach junto con las cascadas Nant y Fall.
Todo eso lo dejaremos para un futuro post.

Finalmente, el miércoles era nuestro regreso por lo que además de dejar listo el equipaje hicimos alguna que otra comprita de chocolates y mermeladas para traer de regreso a casa.
Durante nuestra estancia pudimos recorrer bastante. Obviamente nos hubiera gustado estar más tiempo para aprovechar el Parque Nacional algún día más, visitar laguna La Zeta o hacer unos kilómetros en ruta hasta Piedra Parada o Lago Puelo. De todas maneras una estadía de cuatro días es un buen punto de partida para conocer los principales atractivos de tan hermosa ciudad a la cual, sin dudas, queremos volver.
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